Cajas de Coca-Cola, de cervezas y refrescos. Vasos apilados y perfectamente ordenados. Botellas de licor ubicadas en estanterías estratégicas. Kilómetros andados en la tarima de una barra de bar, dirección de ida y vuelta continua, mientras piensas en tus cosas y si mañana andarás la misma distancia con la esperanza de poder vivir el siguiente mes. Hostelería regalada en precario trabajo, de incertidumbre por los clientes necesarios.
Ahora piensas en tus esperanzas e ilusiones, en tu proyecto de vida por alcanzar. Miras de reojo por si acaso la fortuna pasa para que no se escape, y si aparece agarrarla por la vida. Ahora piensas en que tu jornada acabe para subirte al tren de la rutina, a la espera. Tus ojos se sienten pesados, anhelando que mañana sea mejor.
Es así este retrato hostelero de jornadas intensas y mínima retribución, a la espera de un día mejor, de un trabajo mejor. Así vive quien anda entre el trabajo y la incertidumbre, a la espera que mañana sea mejor.
Ahora piensas en tus esperanzas e ilusiones, en tu proyecto de vida por alcanzar. Miras de reojo por si acaso la fortuna pasa para que no se escape, y si aparece agarrarla por la vida. Ahora piensas en que tu jornada acabe para subirte al tren de la rutina, a la espera. Tus ojos se sienten pesados, anhelando que mañana sea mejor.
Es así este retrato hostelero de jornadas intensas y mínima retribución, a la espera de un día mejor, de un trabajo mejor. Así vive quien anda entre el trabajo y la incertidumbre, a la espera que mañana sea mejor.
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