Entre sombras y una tenue luz se percibe un hálito de vida abierta a la esperanza. Las sensaciones se multiplican y se amalgaman desordenadas en la mente y filtradas entre las manos. La piel se eriza ante lo desconocido, ante el incierto futuro. Cierras los ojos y el vértigo inunda tu ser al caer por el abismo de tus pensamientos sin encontrar respuestas. En el letargo del sueño recreas mil momentos, buenos y malos, desconcertantes, incrédulo ante lo real y perdido ante lo supuesto. Los sonidos te llegan filtrados por numerosas frecuencias, distorsionando lo que quieren decir. Se levanta una brisa que acaricia tus cabellos y sientes el roce del aire en tu piel. Caminas, una veces en volandas, otras con pesadez, deseando acabar pronto la ruta para encontrar la puerta. Una puerta que se abre y que deseas atravesar, para cerrarla detrás de ti para siempre, y abrir los ojos, ver claro y sentir sensaciones reales y caricias de sinceridad. Mirar de frente a miradas limpias que te arropen y te acojan, capaces de hacerte sentir bien. Entre sombras y una tenue luz que me indica el camino, voy hacia ti sin saber porque. Voy hacia ti sin querer.
Ahora que ya he andado la mitad de mi vida quiero sentarme aquí, a la sombra de un árbol y al borde de ese camino, y reflexionar, y contaros lo visto y conocido desde mi visión de las cosas. Te diré lo que yo vi y viví. Estarás de acuerdo conmigo o no. Lo criticarás o simplemente te dará igual. Pero en cualquier caso aquí están estas sensaciones y retazos de mi camino, vivido y por vivir. Sólo cuento lo que aprendí al vivir, y aunque mi vida no es la tuya, todos aprendemos de todos.
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