Cuenta la leyenda que los seres humanos, aún en toda su grandeza, vivían sin vivir porque todo su afán era material y mundano, olvidando que en lo profundo de sí mismos su alma se marchitaba muriendo de inanición. Vivían en la rutina diaria llenando su soledad en pos de lo material, luchando diariamente por la posesión material. Decían amigos cuando en realidad solo eran conocidos movidos la más de las veces por el puro interés.Hablaban de placeres cuando en realidad solo tapaban agujeros de una insoportable soledad, del pánico a sentir las noches solitarias. Y cuanto más tenían más querían y cuanto más querían mas insatisfechos quedaban. Nada saciaba la sed de poseer parra llenar el pozo de la insatisfacción.
Cuenta la leyenda que los seres humanos perdieron la sensación de saborear cada instante en toda su esencia perdiéndose en obligaciones enseñadas o simplemente adquiridas, pensando que la obligación quedaba muy por encima de la sensaciones del alma, que amar ya no era rentable y que la satisfacción de los placeres momentáneos era lo mejor, lo más rápido y lo menos comprometido. Que el alma no existe y menos aún un Dios. Muchos confundían devoción con rito, oración con petición, misterio con ilusión.
Y cuenta la leyenda que cuando los seres humanos llegaron al final de sus días, en su hora y al final de sus caminos, el miedo los inundaba aferrados al egoísmo de lo que creían poseer pero que no podrán llevar. Y al momento del último aliento descubrieron que si tenían alma, y que ese alma reclamaba su sitio y el lugar de donde, por un tiempo, se ausentaron y que ahora vuelven. Y cuando retornaron al lugar de donde partieron se sintieron perplejos porque aquel cuerpo que la albergó nunca la cuidó, nunca descubrió que la belleza del ser humano no dependía de lo que tuviera sino de la capacidad de hacer que su alma irradiara al resto de los seres humanos.
Cuenta la leyenda que aquellas almas retornadas sintieron una voz que les decía que habían vuelto a casa pero ellas se sentían como extrañas, y preguntaron porqué no habían sabido los humanos descubrir sus almas. Y aquella voz les preguntó que no iba a juzgar a los seres humanos aunque no hubieran descubierto su alma, porque ellos mismos habían perdido, y que solo cabía una pregunta que todos deberían hacerse: "¿Qué habéis hecho con el tiempo que os di? ¿Habéis sido capaces de ser felices?" Y todas aquellas almas que se sentían extrañas al retornar a casa, entendieron entonces que los seres humanos no supieron vivir el tiempo que se les había concedido, y esas almas entraron en la casa y ahora si se sintieron en el hogar de donde una vez, por un tiempo, tuvieron que marchar.
Cuenta la leyenda que aunque los seres humanos siguen sin creer en el alma, y en la casa de Dios de donde partieron durante un tiempo para proteger el tiempo concedido a los humanos, desde la inmensidad del cielo sigue escuchándose una voz casi como un susurro que continuamente repite: "no importa que no creáis, porque yo si creo en vosotros aún".
Cuenta la leyenda que los seres humanos perdieron la sensación de saborear cada instante en toda su esencia perdiéndose en obligaciones enseñadas o simplemente adquiridas, pensando que la obligación quedaba muy por encima de la sensaciones del alma, que amar ya no era rentable y que la satisfacción de los placeres momentáneos era lo mejor, lo más rápido y lo menos comprometido. Que el alma no existe y menos aún un Dios. Muchos confundían devoción con rito, oración con petición, misterio con ilusión.
Y cuenta la leyenda que cuando los seres humanos llegaron al final de sus días, en su hora y al final de sus caminos, el miedo los inundaba aferrados al egoísmo de lo que creían poseer pero que no podrán llevar. Y al momento del último aliento descubrieron que si tenían alma, y que ese alma reclamaba su sitio y el lugar de donde, por un tiempo, se ausentaron y que ahora vuelven. Y cuando retornaron al lugar de donde partieron se sintieron perplejos porque aquel cuerpo que la albergó nunca la cuidó, nunca descubrió que la belleza del ser humano no dependía de lo que tuviera sino de la capacidad de hacer que su alma irradiara al resto de los seres humanos.
Cuenta la leyenda que aquellas almas retornadas sintieron una voz que les decía que habían vuelto a casa pero ellas se sentían como extrañas, y preguntaron porqué no habían sabido los humanos descubrir sus almas. Y aquella voz les preguntó que no iba a juzgar a los seres humanos aunque no hubieran descubierto su alma, porque ellos mismos habían perdido, y que solo cabía una pregunta que todos deberían hacerse: "¿Qué habéis hecho con el tiempo que os di? ¿Habéis sido capaces de ser felices?" Y todas aquellas almas que se sentían extrañas al retornar a casa, entendieron entonces que los seres humanos no supieron vivir el tiempo que se les había concedido, y esas almas entraron en la casa y ahora si se sintieron en el hogar de donde una vez, por un tiempo, tuvieron que marchar.
Cuenta la leyenda que aunque los seres humanos siguen sin creer en el alma, y en la casa de Dios de donde partieron durante un tiempo para proteger el tiempo concedido a los humanos, desde la inmensidad del cielo sigue escuchándose una voz casi como un susurro que continuamente repite: "no importa que no creáis, porque yo si creo en vosotros aún".
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