Cuenta la leyenda que el sonido escondido tras la lluvia es el anuncio de lo que pudo ser y no fue, que ese sonido es recurrente en el alma y carga con la sin razón del miedo. Hubo un tiempo en que podías haber sido feliz y no lo fuiste, en que podías haber conocido el amor y lo ignoraste. A veces la comodidad de lo que crees te da seguridad no es más que la misma trampa de la infelicidad. Hubo un tiempo en que podías haberte lanzado al vacío de la nada para llenarla de un total amor, pero la cobardía y el miedo no te dejaron saltar. Buscamos que los demás nos den amor y felicidad, pero a ser posible, sin renunciar ni un ápice a nuestra comodidad. Pedimos a los demás lo que somos incapaces de dar. A veces una cara bonita te embelesa hasta que te das cuenta que detrás solo hay agonía, que la mirada que refleja su alma, grita impotente porque no sabe dar. Cruce de caminos continuos, voces mendigando ternura, egoísmos cubiertos de atractivo artificial. Hay quien cree tenerlo todo controlado, todo bien atado, sin saber que después será incapaz de desatar tanto nudo, y que se encontrará atado por lo que tanto quiso controlar. Hubo un tiempo en que se sabía el valor de la entrega, el precio de conquistar cada instante de amor robando cada instante al tiempo, de reconocer lo esencial, los pequeños instantes llenos de intensidad. En el escaparate de la vida cada día eliges al azar, buscando lo que no te darán si tú no te empeñas en conquistar. Buscas llenar cada segundo del día para no desesperar, para llenar el vacío de tu soledad colmando el tiempo de instantes engañosos, por lo que por cobardía no supiste luchar. ¿De qué sirve tu prestigio? ¿De qué sirve tu comodidad? ¿De qué sirve tener todo lo material cuando tu alma ya no reconoce a tu corazón? Si hermanos, cuenta la leyenda que el sonido de la noche llenó de fantasmas los sueños de quien no supo amar, y ahora el silencio es la melodía de su vida, la desazón del sólo recordar. Anoche la luna lloró por quien no supo amar..., una vez más.
Ahora que ya he andado la mitad de mi vida quiero sentarme aquí, a la sombra de un árbol y al borde de ese camino, y reflexionar, y contaros lo visto y conocido desde mi visión de las cosas. Te diré lo que yo vi y viví. Estarás de acuerdo conmigo o no. Lo criticarás o simplemente te dará igual. Pero en cualquier caso aquí están estas sensaciones y retazos de mi camino, vivido y por vivir. Sólo cuento lo que aprendí al vivir, y aunque mi vida no es la tuya, todos aprendemos de todos.
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