Con los primeros rayos de sol que despuntaban en el horizonte, sintió la calidez en su rostro, respiró hondo y se dejó impregnar del espíritu del alba. Atrás había dejado tiempos de encuentros y reencuentros donde su voz no se escuchaba. Desde lo más profundo de su alma había decidido romper con todo y limpiar su vida de asignaturas pendientes, de falsas conciencias y de anónimas envidias, de sonrisas hipócritas y de falsos cumplidos. Ahora había decidido ser simplemente el, reconciliarse consigo mismo y dejar morir cualquier resto sin sentido. Descubrió que ahora era él, y entendió que nadie lo amaría mejor que él mismo, que de las falsas promesas traicionadas jamás debería acordarse y que no volvería a girar su rostro en torno a ningún alma ya perdida. Comprendió que el tiempo es vida y que la vida no es más que vivir el tiempo asignado, y que cada instante del presente debe borrar cada instante del pasado, y que sólo el hoy es esperanza del mañana.
Una sonrisa complaciente se dibujo en su rostro, introdujo su mano en la petaca de tabaco, llenó despacio la pipa y la encendió, dejando que el humo perfumado envolviera el aire que le rodeaba. Vio como ese humo se alejaba al tiempo que se diluía en el aire y comprendió que así es la vida, y que cada instante se diluye como humo en el aire del recuerdo pasado.
Cogió su mochila y la colgó al hombro y se dispuso a ponerse en camino hacia la montaña del futuro por el camino del presente, porque sabía que al llegar a la cima de aquel monte encontraría su alma. Un halcón revoloteó a su alrededor pareciendo decirle que sería su compañero de viaje, y él asintió. La sombra de sus alas iban curando sus heridas, y a ratos descansaba en su mano. Desde lo alto de la cima todo el horizonte se expandía, cerró los ojos y vio, y oyó. Y solo entonces, entendió quien era. Y descanso al fin con su amor en el horizonte.
Una sonrisa complaciente se dibujo en su rostro, introdujo su mano en la petaca de tabaco, llenó despacio la pipa y la encendió, dejando que el humo perfumado envolviera el aire que le rodeaba. Vio como ese humo se alejaba al tiempo que se diluía en el aire y comprendió que así es la vida, y que cada instante se diluye como humo en el aire del recuerdo pasado.
Cogió su mochila y la colgó al hombro y se dispuso a ponerse en camino hacia la montaña del futuro por el camino del presente, porque sabía que al llegar a la cima de aquel monte encontraría su alma. Un halcón revoloteó a su alrededor pareciendo decirle que sería su compañero de viaje, y él asintió. La sombra de sus alas iban curando sus heridas, y a ratos descansaba en su mano. Desde lo alto de la cima todo el horizonte se expandía, cerró los ojos y vio, y oyó. Y solo entonces, entendió quien era. Y descanso al fin con su amor en el horizonte.
Miguel....tus bellas letras con dolor, me llegaron al alma !!!
ResponderEliminarSaludos desde Argentina