Sombras de la ciudad de tenue luz reflejadas, entre calles recién bañadas por la lluvia. Bao de respiración por las bajas temperaturas impulsada y un escalofrío que te cala hasta los huesos mientras caminas. Pensamientos húmedos acarician tu memoria en anónimos encuentros sin sentido. Vacío en los bolsillos donde las manos hurgan buscando calor a falta de otra mano que coger entre sensaciones. Silencio de la noche que en el grito sin sonido de la ciudad duerme en el futuro desconocido reclamando una palabra, reclamando una mirada. Giros de esquinas donde se esconden los ocultos al acecho de un alma perdida que mendigar. Miradas silenciosas y engañosas ocultas tras la verdad de la vida en la ciudad, acompasadas de lejanas voces sin identificar, de susurro sin escuchar más que palabras de soledad. Pasos en busca de una luz en la ciudad a donde dirigir la ansiedad a la espera de la luz del día por llegar. Vértigo de la vida en la ciudad a la espera de una esperanza por llegar, con las manos en los bolsillos, apoyado en una esquina, mirando a ninguna parte, con el rostro oculto en la oscuridad, de un día más.
Ahora que ya he andado la mitad de mi vida quiero sentarme aquí, a la sombra de un árbol y al borde de ese camino, y reflexionar, y contaros lo visto y conocido desde mi visión de las cosas. Te diré lo que yo vi y viví. Estarás de acuerdo conmigo o no. Lo criticarás o simplemente te dará igual. Pero en cualquier caso aquí están estas sensaciones y retazos de mi camino, vivido y por vivir. Sólo cuento lo que aprendí al vivir, y aunque mi vida no es la tuya, todos aprendemos de todos.
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