Cuenta una historia que en otra existencia un rabino vivía en una ciudad sumida por la injusticia, enseñando a todos los que querían oírlo sobre la justicia, el amor y la paz. La gente le preguntaba y lo escuchaban ensimismados por sus palabras mientras la ciudad se sumía en el caos, y los inocentes eran injustamente tratados. Y el rabino les decía que fueran libres, que respetaran la libertad de todos para que todos fuesen libres y que no cometieran injusticia unos con otros. Que el universo en su inmenso orden conseguía que el desorden adquiriera sentido. Que todos formamos parte de todos y que cada cosa que hacemos afecta muchos y lo que muchos hacen nos afecta a cada uno. Cada noche cuando se retiraba a meditar en la soledad de su habitación iluminado por la luz de una tenue vela, y entre las sombras que caprichosamente iba dibujando en la pared la luz, se perfilaba insistentemente una silueta de un rostro que en sus rasgos le permitía adivinar mucha belleza. Al día siguiente, uno más de su vida, mientras caminaba por la judería, su mirada se cruzó con la de una mujer árabe cuyos ojos se clavaron en su alma a través del velo que cubría parte de su rostro, y desde el fondo de su mente resurgió aquella silueta que se dibujaba en la pared creada por las sombras caprichosas de la luz de la vela y supo que era ella. Todos los días desde entonces anhelaba volver a ver aquella mirada. Sus noches eran inquietud, sus días agonía.
Mientras se debatía en sus anhelos fue llamado por el gobernador de la ciudad para requerir sus consejos como sabio, y a su presencia fue llevado. Mientras estaba allí con el gobernador, rodeado de todo su séquito y escuchaba las inquietudes del gobernador, su corazón palpitó con mas fuerza requiriendo su atención. ¡¡No puede ser!! se dijo para si mismo mientras las palabras del gobernador empezaban a ser solo sonidos, porque todo su ser se concentró en una mirada escondida a duras penas tras un velo. ¡¡Era ella!! Y ella no dejaba de traspasar su alma mirándolo y sus ojos le hablaban de tristeza y de agonías nocturnas, y supo que sentía lo mismo que él y que, de alguna forma, también anhelaba volver a encontrarlo, y supo que su corazón ya era de ella, y supo que el de ella estaba en sus manos. Los días pasaban y una noche llamaron a su puerta y al abrir, entre penumbras se adivinó una mujer que le dio: ¡¡al fin te encontré!! Cuando te vi aquel día en la judería te reconocí, sabia que eras tu. Y el rabino le dijo, yo sentí lo mismo y desde entonces mis días y mis noches han sido agonía y anhelo por volver a verte. Ella le relató que había sido vendida por su padre al gobernador desde pequeña para formar parte de su harén y que su vida había sido un continuo sufrimiento, y que solo cuando lo vio a él en su alma se instalo la paz y al mismo tiempo el ansia por estar junto a el.
Aquella noche se fundieron en un abrazo del alma y en una pasión del corazón y se hicieron uno. Y al día siguiente el gobernador, sintiéndose traicionado, mando que los buscaran y los capturaran. A ella la marcaron como maldita y a el lo dejaron ciego. Generación tras generación sus almas vagaron por el universo buscándose en cada espacio hasta que sus lágrimas iban pintando el cielo azul de estrellas.
Otra existencia cobijó sus almas y perdieron la memoria de aquel amor. Aquel rabino era ahora filósofo y la princesa mora enseñaba sobre el universo. Y un día mientras el filósofo caminaba se cruzó con la mirada de una mujer que también lo miraba. Ambos quedaron parados, petrificados, sorprendidos. Sus corazones latieron rápido, se acercaron temblorosos y sus manos se tocaron torpemente. Se abrazaron y se miraron. Ella le dijo: ¡¡eres tu!! y el le contesto: ¡¡soy yo!! Ya no necesitaban mas palabras porque sin saber porque, ambos se re-conocieron y ambos supieron que el era su rabino y que ella su princesa mora. Y se besaron.
Ahora se les puede ver caminando sin rumbo, cogidos de la mano. Juntos. Creando su universo
Mientras se debatía en sus anhelos fue llamado por el gobernador de la ciudad para requerir sus consejos como sabio, y a su presencia fue llevado. Mientras estaba allí con el gobernador, rodeado de todo su séquito y escuchaba las inquietudes del gobernador, su corazón palpitó con mas fuerza requiriendo su atención. ¡¡No puede ser!! se dijo para si mismo mientras las palabras del gobernador empezaban a ser solo sonidos, porque todo su ser se concentró en una mirada escondida a duras penas tras un velo. ¡¡Era ella!! Y ella no dejaba de traspasar su alma mirándolo y sus ojos le hablaban de tristeza y de agonías nocturnas, y supo que sentía lo mismo que él y que, de alguna forma, también anhelaba volver a encontrarlo, y supo que su corazón ya era de ella, y supo que el de ella estaba en sus manos. Los días pasaban y una noche llamaron a su puerta y al abrir, entre penumbras se adivinó una mujer que le dio: ¡¡al fin te encontré!! Cuando te vi aquel día en la judería te reconocí, sabia que eras tu. Y el rabino le dijo, yo sentí lo mismo y desde entonces mis días y mis noches han sido agonía y anhelo por volver a verte. Ella le relató que había sido vendida por su padre al gobernador desde pequeña para formar parte de su harén y que su vida había sido un continuo sufrimiento, y que solo cuando lo vio a él en su alma se instalo la paz y al mismo tiempo el ansia por estar junto a el.
Aquella noche se fundieron en un abrazo del alma y en una pasión del corazón y se hicieron uno. Y al día siguiente el gobernador, sintiéndose traicionado, mando que los buscaran y los capturaran. A ella la marcaron como maldita y a el lo dejaron ciego. Generación tras generación sus almas vagaron por el universo buscándose en cada espacio hasta que sus lágrimas iban pintando el cielo azul de estrellas.
Otra existencia cobijó sus almas y perdieron la memoria de aquel amor. Aquel rabino era ahora filósofo y la princesa mora enseñaba sobre el universo. Y un día mientras el filósofo caminaba se cruzó con la mirada de una mujer que también lo miraba. Ambos quedaron parados, petrificados, sorprendidos. Sus corazones latieron rápido, se acercaron temblorosos y sus manos se tocaron torpemente. Se abrazaron y se miraron. Ella le dijo: ¡¡eres tu!! y el le contesto: ¡¡soy yo!! Ya no necesitaban mas palabras porque sin saber porque, ambos se re-conocieron y ambos supieron que el era su rabino y que ella su princesa mora. Y se besaron.
Ahora se les puede ver caminando sin rumbo, cogidos de la mano. Juntos. Creando su universo
No hay comentarios:
Publicar un comentario