Miro al horizonte de mi anhelo y rozo con los dedos de mi esperanza la sonrisa de un niño, el beso sincero del amor, y es entonces cuando entiendo que la esperanza de mi vida aún no se perdió, y es entonces cuando me doy cuenta que soy inocente de mi locura por la vida, que Dios, aunque siempre escondido a mis ojos, está siempre visible en mi corazón, y me recuerdo a mi mismo como soy y lo que soy, y añoro mi paraíso perdido y vivo para recuperarlo.
Ahora que ya he andado la mitad de mi vida quiero sentarme aquí, a la sombra de un árbol y al borde de ese camino, y reflexionar, y contaros lo visto y conocido desde mi visión de las cosas. Te diré lo que yo vi y viví. Estarás de acuerdo conmigo o no. Lo criticarás o simplemente te dará igual. Pero en cualquier caso aquí están estas sensaciones y retazos de mi camino, vivido y por vivir. Sólo cuento lo que aprendí al vivir, y aunque mi vida no es la tuya, todos aprendemos de todos.
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