La vida no es más que un cúmulo de instantes
vividos con más o menos intensidad y donde se crean parcelas de miedo o
felicidad. Son retazos de momentos existenciales que, conforme son, dejan de
serlo al momento siguiente, se pierden en el pasado. Sólo en la memoria se hacen
presentes al evocarlos, aunque casi siempre desvirtuados.
Por eso no importa. Al menos un segundo de la
existencia vivida queda reflejada en un papel, una impronta existencial, y se
guarda como un tesoro, aferrándose a vivir ese momento continuamente al mirarlo
de frente.
Así quedan esos retazos de la existencia en
imágenes congeladas y que al mirarlos adquieren otra vez movimiento y vida
nuevamente, en la mente y en el corazón, y a veces, aún en el dolor.