domingo, 22 de febrero de 2015

La pluma del escritor

Como escritor se me exige intensidad literaria, que llegue, que diga algo nuevo o que aporte sensaciones provocadas. Un abanico de exigencias para complacer y pocas intenciones por entender el fondo de quien esgrime la pluma para expresar sensaciones y retazos de su ser humano. La misma naturaleza humana reclama contradictoriamente lo que es incapaz de dar, es más cómodo recibir que dar, más satisfactorio ser alagado que alagar. El yo narcisista y egoísta es la identidad cotidiana, y el tu generoso se olvida, no importa. La creación es de por si un arte y nada está completo sin un tu y un yo, sin una oración al corazón, sin una mirada a la ilusión. Escribo porque me place y a nadie lo dirijo. Quien quiera leer que lea y si de algo le sirven mis palabras, enhorabuena, pero si le son indiferentes igualmente enhorabuena, porque quien no quiere entender es bruma reflejada en el agua, y el que entiende bebe sin saciarse nunca. A los corazones que tanto reclaman les diría que un corazón late no cuando recibe sino cuando es capaz de dar, que un beso no significa nada si no es correspondido, o que una caricia para nada sirve si no tiene respuesta. Pensar en quien amas es hacer del día luz y sonrisa sin razón. La pluma del escritor es un arma bohemia impulsada por miles de sensaciones por expresar, y nada pide y nada reclama, solo dice lo que con su tinta quiere hacer constar. La pluma del escritor cuenta miles de historias de pasión y de ilusión, de revolución y a veces de canción que resuena como melodía esperada y que acaricia el alma de terciopelo sentida en la unión, en la fusión. La pluma del escritor es su única condición.